Esta vez no te vamos a contar una historia de Sergi, Emma o Jaume. Esta vez no vamos a hablar de una situación complicada y cómo hemos hecho para superarla o al menos asimilarla de alguna manera. Esta vez vamos a hablar de nosotros, de nuestro propio viaje interior.
Criar con respeto, de manera natural, con apego o da igual la etiqueta que quieras ponerle, tú ya sabes a qué nos referimos, es complicado. Se complica porque la gente te juzga, porque eres un mar de dudas, porque no sabes si lo que haces es correcto…
Pero la mayor complicación viene porque no sabemos mantener la calma, porque no tenemos paciencia, porque nos desesperamos y nos irritamos al ver que nuestros hijos van a la suya aunque lo estemos haciendo todo perfecto. ¿Y por qué nos pasa esto? En este artículo vamos a reflexionar sobre qué es lo que complica nuestro afán por educar y criar a nuestros hijos de una manera diferente.
El pasado
El estilo de crianza al que tendemos es al que recibimos nosotros en nuestra propia infancia. En general, todos hemos recibido una educación y una crianza autoritaria. ¿Qué significa esto? Que nuestros padres siguieron la tendencia que había de usar el ordeno y mando para moldear nuestro comportamiento.

Cuando intentábamos salirnos del camino establecido nos corregían sin ninguna explicación. Si llorábamos nos consolaban diciendo que llorar es de niños pequeños y que no debemos hacerlo. Si teníamos una rabieta, nos castigaban o dejaban que con el tiempo se nos pasase. Nos premiaban y castigaban, nos hacían callar cuando hablaban los mayores y siempre teníamos que esperar a nuestro turno, que normalmente era el último. Incluso a veces nos daban algún cachete o algún azote en el culo.
Esta manera de actuar se prolongaba normalmente en el colegio. Nos enseñaron a escuchar y memorizar un montón de conceptos con amenazas de suspenso y pocas veces nos motivaron a pensar por nosotros mismos sobre lo que aprendíamos y a expresar esos pensamientos.

¿Significa esto que hayamos sido menos felices? Para nada, al revés, la mayoría de la gente te responderá que a ellos esta manera de ser educados y criados les ha ido bien. Una respuesta típica es decir: a mí me ha ido bien, aquí estoy sin ningún trauma.
¿Significa esto que nuestros padres eran unos ogros? No, simplemente ellos hacían lo que se consideraba que era normal sin plantearse siquiera que pudieran estar haciendo algo mal.
El futuro
Al igual que nosotros has leído libros y blogs de crianza. Gracias a Carlos González, Rosa Jové o Adele Faber sabes de lo conveniente que es respetar a tu hijo como la persona completa que es. Gracias a Álvaro Bilbao y Dan Siegel, conoces los beneficios que tiene criar a tu hijo respetando la evolución de su cerebro. En definitiva, sabes muy bien lo que hay que hacer para que tu hijo se convierta en un adulto capaz de gestionar sus emociones y que sea asertivo, resiliente y, en definitiva, más adaptable y feliz en el mundo que se encontrará.
Te ves hablándole a los ojos, con una paciencia infinita, manteniendo la serenidad en las rabietas. Te imaginas que en cuanto empiece a comer por sí mismo dejarás que coma lo que él cree necesario y no lo obligarás a acabarse el plato. No te importará que se levante de repente de la mesa porque sabes que un niño necesita movimiento. Lo motivarás para que haga tareas de casa y lo hará gustosamente porque se lo has hecho a la manera que aparece en los manuales de la filosofía de María Montessori…
Ves un futuro magnífico en el que tú eres la guía perfecta en la que se mira tu hijo. Pero de repente, aparece el presente con un duro mensaje.
El presente
En tu día a día no haces más que llevarte puñetazos de realidad. Cuando tiene una rabieta te pones nerviosa y te quedas en blanco sin saber qué hacer. Sin pensar dices cosas que sabes que no debes pero que se te escapan de la boca.
En cuanto tu hijo come dos cucharadas de ese guiso que tanto le gusta y te dice que ya no quiere más, te invade una mezcla de sensaciones entre irritación y frustración. Sientes la tentación, y a veces sucumbes a ella, de hacerle sentir culpable porque has estado media mañana en la cocina preparando esa comida que tanto le gustaba.
En cuanto viene del colegio con una mala nota en matemáticas, te olvidas de Ken Robinson y quieres gritarle diciéndole lo importantes que son ciertas asignaturas sobre otras que siempre se han considerado menos importantes.
No seguimos con más ejemplos, tenemos a montones que nos pasan continuamente y tú seguro que tienes otros tantos. El presente te golpea continuamente y te dice: no es tan fácil y no parece dar el resultado que vislumbrabas para el futuro.
Qué está pasando
Tanto nuestro pasado como el futuro determinan nuestro presente. Analizar cómo afecta cada uno nos puede ayudar a mejorar en el presente.
Cómo afecta el pasado
La educación autoritaria que recibimos conformó la concepción de crianza y educación que nosotros tenemos. Nuestros padres y nuestro entorno eran las figuras en las que reflejarnos y por imitación interiorizamos esas figuras como modelo a seguir.
Nos resulta muy difícil desprendernos de ese modelo interiorizado y de todas las heridas emocionales que nos causó y es por ello que nos cuesta tanto mantener la calma ante situaciones de conflicto.
De pequeños aprendimos que cuando un niño tiene una rabieta, el adulto se enfada y grita. Aprendimos que la comida no se tira y que los niños que comen más, crecen más y más fuertes. Aprendimos que las notas son lo más importante en la educación en el colegio porque si no aprobabas te quedabas fuera de juego. Y no seguimos por no aburrirte, pero podríamos llenar de ejemplos este párrafo.
Cómo afecta el futuro
El futuro es un cúmulo de expectativas que tienes de tu hijo. Pero esas expectativas muchas veces no son realistas. A veces leemos ejemplos en blogs de familias que parecen ser perfectas y que todo les sale bien a la primera. Al ver estos ejemplos, creamos la expectativa de que nuestra vida va a ser así.

Visualizamos la crianza y educación sin escollos. Todo va a ser perfecto y va a salir exactamente como crees que tiene que salir. Si nos encontramos una dificultad, aplicaremos fácilmente todo lo que hemos aprendido e inmediatamente se solucionará.
¿Qué podemos hacer?
Te vamos a dar una serie de recomendaciones en las que nosotros mismos estamos trabajando actualmente, aunque tenemos la sensación de que vamos a tener que trabajarlas durante toda la vida. Cuando tengas baches o dudas sobre criar con respeto, echa mano de ellas:
- Identifica tus emociones, ponles nombre y trata de encontrar su origen. Esto tal vez te cueste mucho trabajo e incluso te resulte a veces demasiado duro, pero conocer lo que quieres curar es el principio para esa cura.
- Haz las paces con tus padres, tu entorno y tú misma. Todo cura mejor desde la paz interior y para ello debes tratar de perdonar a tus padres y al entorno porque ellos lo hicieron lo mejor que pudieron o que supieron. Y sobre todo, perdónate tú.
- Da el valor justo a cada situación. ¿De verdad es tan grave que no se esté quieta en la mesa o que vaya descalzo? ¿O es que a ti te lo dijeron tanto que no puedes evitar repetirlo?
- Ten expectativas reales. No creas que las rabietas no van a existir. A los dos años las tendrá cada dos por tres. A los seis te contestará de una manera que tú considerarás insolente y cambiará de humor constantemente. En la pre adolescencia y en la propia adolescencia ni te contamos… Tener expectativas reales ayuda a no llevarte chascos cuando el presente te golpee.
- Ten paciencia. Los resultados no llegan inmediatamente. Incluso algunos resultados tardarán años en llegar. La crianza y la educación es una carrera de fondo en la que tienes que confiar plenamente para llegar al final. ¿Y sabes un secreto? Ese final no existe, así que disfruta del camino.
Conclusión
Nadie dijo que criar era fácil. Independientemente de la etiqueta que tenga tu estilo, criar y educar a un niño es un trabajo largo y con muchas dificultades.
Pero no todo es malo. Tú eres la mejor madre o el mejor padre que tienen. Tus hijos te van a querer igual aunque te equivoques y no seas lo perfecto que quisieras ser. Y cuando, tras una pérdida de papeles, les pidas perdón, el brillo de sus ojos hará que sientas ganas de volver a intentarlo pero esta vez haciéndolo un poco mejor.
El sólo hecho de que estés leyendo esos libros que comentábamos al principio o este mismo blog ya indica que no eres un padre o una madre irresponsable que no quiere saber nada de sus hijos. Incluso, aunque no los leyeras, seguramente tampoco lo serás porque ese tipo de paternidad y maternidad es muy raro que se dé.
Conócete, perdónate y quiérete. Simplemente haciendo esto ya estarás dando una grandísima lección a tus hijos.
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